miércoles, 19 de septiembre de 2012

La gastritis crónica

Ayer se me presentó un caso de gastritis crónica. El paciente me decía que le acababan de diagnosticar gastritis crónica y que no le habían dado ninguna pauta nutricional, que si podía ayudarle aportándole algunas recomendaciones... (en esto mejor no me meto, que si no, no acabo nunca la entrada...). Así pues, respirando hondo y armándome de paciencia, limitándome a mi campo estrictamente profesional -dejando de lado el reivindicativo social-, me dispongo a citar algunas claves para sobrellevar las molestias que ocasiona esta patología.


Pues bien, en primer lugar, ¿qué es la gastritis? Y más concretamente, ¿qué se entiende por gastritis crónica?
La gastritis consiste en una inflamación de la mucosa gástrica, distinguiéndose entre gastritis aguda cuando existen varias o múltiples erosiones superficiales en la mucosa (nunca la atraviesan, en cuyo caso aparecería la úlcera); y gastritis crónica, que engloba toda gastritis no erosiva de curso crónico que no forma parte de enfermedades inflamatorias del tubo digestivo, de tipo específico. Se puede decir que la de tipo agudo es de aparición rápida y resolución en varios días, mientras que la gastritis crónica puede persistir durante años.
Entonces bien, si el paciente ha de convivir con la enfermedad durante años, existirán una serie de pautas o recomendaciones dietéticas que habrá de tener en cuenta para que la convivencia con la enfermedad sea lo más llevadera posible. Efectivamente existen alimentos, técnicas de cocción y medidas higiénicas que deben tenerse en cuenta para hacer que las molestias de estas personas remitan y puedan llevar una vida normal.
Entre estas medidas se encuentran las siguientes:

  • Evitar los agentes agresivos: estrés, tabaco, alcohol y los AINEs (antiinflamatorios no esteroides, como el ácido acetilsalicílico o el ibuprofeno). Se sabe que dichos factores son factores de riesgo para padecer gastritis o úlceras gastroduodenales.
  • Controlar la acidez gástrica y/o el aumento de la resistencia de la barrera mucosa. Para ello se pueden emplear fármacos antiácidos y antisecretores (protectores gástricos como Omeoprazol).
  • Realizar al menos 4-5 comidas regulares al día. Es importante que las raciones sean pequeñas, para evitar la distensión del estómago (la dilatación de la cavidad gástrica estimula la secreción de jugos, por tanto, a mayor volumen, mayor secreción).
  • Se recomienda comer despacio, en una atmósfera relajada, y masticar bien, para disminuir el trabajo del estómago.
  • Evitar el café (ni descafeinado), té, refrescos u otras bebidas refrescantes, con cafeína y gas, así como el alcohol. El alcohol en diluciones moderadas o altas (5º en cervezas o 10% de volumen en vinos) es un estimulante de la secreción ácida y aumenta la motilidad gástrica; su efecto perjudicial está relacionado con las lesiones sobre la barrera mucosa. La cafeína y la teobromina (abundante en el chocolate) también aumentan la secreción y la motilidad, al igual que el humo del tabaco (nicotina, alquitrán).
  • Evitar el consumo de aspirina, otros antiinflamatorios no esteroides o fármacos que lesionen la mucosa gástrica.
  • Administrar los alimentos a una temperatura templada. Las temperaturas extremas, demasiado calientes, congestionan las mucosas y las irritan.
  • Se recomiendan alimentos de fácil disgregación, en relación directa con la rapidez de evacuación gástrica. Así, se libera al estómago de parte de su función de disgregación, facilitando la digestión gástrica. Ahora bien, en la mayoría de los casos, la rapidez de disgregación del alimento no está relacionada con su consistencia física inicial. Por ejemplo, un trozo de pan tierno es más difícil de disgregar, aunque tenga una consistencia más blanda, que un trozo de pan tostado. La existencia de una red de gluten en la miga del primero dificulta su disgregación, mientras que el segundo ha sufrido ya un proceso de dextrinación por acción del calor.
  • Un exceso de fibra en la alimentación produce un tiempo de permanencia gástrico alargado; además, los alimentos ricos en fibra contienen un gran volumen, lo que los hace poco aconsejados en patología gástrica.
  • Moderar el consumo de alimentos proteicos. Las proteínas actúan amortiguando la secreción ácida, pero permanecen mucho tiempo en el estómago hasta su conveniente degradación. Además, los productos derivados de la digestión proteica son potentes estimulantes de la secreción (por ejemplo, las purinas). Elegir mejor proteínas fácilmente degradables (pescado).
  • No consumir alimentos o bebidas que ocasionen molestias.
Alimentos permitidos:
  • Leche desnatada o semidesnatada, queso fresco o semicurado.
  • Carnes blancas (mejor pescados y aves) –en segunda elección carnes rojas bien hechas y troceadas-.
  • Huevos pasados por agua o en preparados blandos (flan).
  • Verduras con bajo contenido ácido (patata, zanahoria, judía verde, calabaza…).
  • Frutas con predominio de hemicelulosa y bajo contenido ácido (manzana, plátano, pera, melocotón…).
  • Pan blanco preferentemente desecado (tostado, biscotes).
  • Pastas de laminado fino (los fideos son más fáciles de digerir que los macarrones, por ejemplo).
  • Aceites vegetales con poca transformación por calentamiento. Oliva o girasol, preferentemente.
  • Agua natural o mineral sin gas, infusiones, sucedáneos de café libres de cafeína…

Alimentos a tomar con moderación:
  • Leche entera, nata, mantequilla y quesos curados. 
  • Carnes rojas muy grasas (cordero, cerdo) y poco hechas. 
  • Huevos cocidos o fritos. 
  • Verduras crudas y flatulentas (ajo, cebolla, tomate, pepino, pimiento). 
  • Productos integrales o muy ricos en fibra. 
  • Frutas con piel, verdes o muy poco maduras. 
  • Embutidos. 
  • Zumo de uva y cítricos. 
  • Frituras en general y preparaciones muy pesadas. 
  • Guisos y salsas elaborados con nata, tocinos, manteca, etc. Preparaciones muy grasas. 
  • Refrescos. 
  • Chocolate y dulces industriales.

Alimentos a evitar:
  • Café, té y alcohol. 
  • Picante y salsas muy especiadas (pimienta, mostaza, vinagre).
  • Menta.

Como vemos, no se trata de una dieta excesivamente restrictiva, más bien al contrario, si la persona lleva unos hábitos más o menos saludables, no debe costarle mucho trabajo integrar éstos otros.

Desde aquí espero que mi paciente mejore y se alivien sus síntomas con estos consejos.






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